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Pasaron como dos, o siete días ( cuando uno es animal pierde la noción de el tiempo a veces) y todo se había calmado. Pensé que la locura de mi amo había llegado a tal punto que se le olvidó su meta de caballero andante, pero no fue así. Yo estaba dormido y de repente escuche un sonido agudo, como de que algo se quebraba y rechinaba. Era Don Quijote caminando con su armadura. Me pego tal susto que salte, y apenas el salio por la puerta estaba listo para que se montara en mis lomos nuevamente.
Después de todo esto salimos. Cabalgamos un rato y me di cuenta de que a mi amo le faltaba algo. Como dije antes el piensa las cosas en voz alta. Pues, todo caballero necesita ser armado, y este peculiar caballero no ha sido armado. Desde que pensó eso lo sentí mas pesado sobre mi espalda. Sus esperanzas cayeron. Como fue pasando el tiempo el pensó que tal vez podía toparse con alguien en el camino que lo pudiera armar.
No solo no era un caballero andante, si no que durante el día hacía un calor terrible. Calor que debilita mis viejas piernas. Los dos, Quijote y yo estábamos muertos del cansancio, andando bajo ese sol ardiente y sin una sola nube en el azulino cielo.
Llevábamos ya bastante de caminar. Y a lo lejos vimos algo. No estaba yo seguro de lo que era, pero estaba seguro que era algo que le interesaba a mi amo, porque en seguida aceleramos el paso. Conforme nos acercábamos me parecía como una venta.
Finalmente llegamos a la venta y habían dos mujeres en la entrada, y este viejo les habló. Ellas se burlaron de el, y no le agradó. Finalmente le dieron un lugar donde pasar la noche, una especie de cama. Y a mi nada, siempre se olvidan de su fiel acompañante, pero eso es algo normal y a lo que uno se acostumbra.
Después de todo, Don Quijote seguía sin ser armado cosa que le importaba tanto.
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