
Desde antes que llegáramos al lugar donde nos acomodarían al burro y a mi, olimos ese delicioso olor a carne cocinándose. Al parecer, mi amo y Sancho olieron la carne mucho después, cuando nos acomodaban para dormir. Después de un día tan agotador venía muerto de hambre, y peor con ese olor tan delicioso. Al parecer, los pastores le ofrecieron a Don Quijote y a Sancho un poco de comida. Desde donde estábamos se podía ver perfecto. Cada vez que mordían la carne, yo me la saboreaba. Sancho no quiso comer, entonces pensé que si no quería, porque no nos traería la carne a nosotros, pero Quijote lo convenció. Al final, nos dieron dos pequeños pedazos a cada uno.. y así con nuestro estomago vacío nos acostamos.. como la mayoría de nuestros días.
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